A estas alturas nadie tiene dudas de que que la ruta migratoria del Mediterráneo central es letal. Desde el 2014, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), han muerto o desaparecido 14.833 personas, 2.428 de ellas en lo que llevamos de año. Muchos de ellos son niños o jóvenes, uno de los grupos más vulnerables frente a los abusos, el maltrato o la explotación. Un análisis conjunto elaborado por UNICEF y la OIM denuncia de nuevo que aquellos que viajan solos, quienes cuentan con bajos niveles de educación y los que emprenden viajes más largos desde el África subsahariana están más expuestos y son más vulnerables.