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El hijo del desierto que se echó al mar en busca de un futuro mejor

Asociación Matiz

Cuando Ridouane Chakouch cuenta su historia, una sola jornada se lleva buena parte del relato. Es el 23 de junio de 2001, un día decisivo que divide su biografía en dos mitades. Aquella fue la fecha en la que Ridouane se arrojó al mar en el puerto marroquí de Nador, junto a Melilla, y alcanzó la amarra de un ferry que iba a conducirle a la segunda parte de su vida. Pronto se cumplirán veinte años y Ridouane tiene 39, así que aquel momento marca el centro casi exacto de su existencia. Antes de aquello, estaba Merroutcha, el pueblo en el que transcurrieron la infancia y la adolescencia de este hombre amazigh o, como solemos decir por aquí, bereber. «Es un sitio chiquitito del sureste de Marruecos, ni siquiera sale en los mapas, y allí vive gente muy pobre -evoca-. El clima es desértico, de un calor tremendo y con mucha escasez de agua: cada familia tenía su pozo, pero estaban secos mucho tiempo. Si el agua se podía beber, era una suerte».


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