Migrantes en tránsito esperan en Irún el momento de burlar los controles policiales para continuar su viaje por Francia. Algunos ya ni tienen claro su destino.
Desde hace una semana, Romeo merodea las cercanías de la frontera dispuesto a cruzar a Francia. Lo ha intentado ya en dos ocasiones, pero la policía gala lo descubrió y acabó de nuevo en Irún. Reza para que la tercera sea la definitiva. Entretanto, el Paseo Colón, la plaza Urdanibia y otras calles del centro de la ciudad se han convertido en la última morada de un viaje que inició hace algo más de tres años, cuando decidió abandonar su país natal, Costa de Marfil, decidido a alcanzar Europa, ese lugar en el que los sueños de prosperidad prometen materializarse. Su viaje, cargado de sinsabores, aún no ha acabado. De hecho, ahora ya ni siquiera tiene claro cuál es su destino final.