La frontera norte también está viviendo la presión migratoria. El Puente Internacional de Santiago (Irun) permanece desde el comienzo del verano vigilado a cal y canto por la gendarmería francesa, que desde junio ha incrementado su presencia en toda la muga. No hay autobús de línea, peatón o vehículo privado que no sea examinado por la policía gala al cruzar la estructura. Tampoco se escapan del control la estación de tren de Hendaia, la primera localidad francesa, y especialmente el ‘Topo’, el ferrocarril de vía estrecha que llega a ella desde Euskadi. La rigidez francesa, amparada en el nivel de alerta antiterrorista en el país, ha provocado un embudo en la zona.