La población migrante sigue siendo la que menos tiempo permanece escolarizada, la que obtiene resultados educativos más escasos y la que sigue obteniendo, en consecuencia, menos oportunidades de mejora personal.
Emigrar es desaparecer para renacer después. Inmigrar es renacer para no desaparecer nunca más. Con estas palabras, Sami Naïr situaba, hace ya casi una década, la realidad de tantos millones de personas que inician un camino, probablemente de no retorno, encontrándose, en numerosas ocasiones, con muros de incomprensión, desprecio y miedo.