Refugiados que lograron llegar a Austria viajan a Alemania entre la felicidad y la nostalgia.
Akbar Ali tiene 48 años. Es de Pakistán y está a punto de desesperarse. Ha subido esta mañana a uno de los trenes que ha fletado el Gobierno austriaco para llevarle a Alemania, pero el convoy sigue parado en el pequeño apeadero de Nickelsdorf, al este del país, junto a la frontera de Hungría, donde ha vivido tantas penalidades. Cuando a las 12.55 el tren empieza a andar se lleva la mano al corazón. “¡Gracias a Dios!”. Hay un cierto regocijo en el vagón. En este tren viajan 200 refugiados. Casi ninguno sabe exactamente dónde les llevan. Pero confían. Aquí se sienten bien acogidos y, por primera vez en muchas semanas, disponen de un medio digno de transporte. Su destino es Salzburgo (a 375 kilómetros), en la frontera con Alemania, la tierra prometida.